El conflicto del Sahara Occidental se prolonga desde 1975, cuando España decidiera abandonar sus obligaciones internacionales hacia su antigua colonia para dejarla en manos de Marruecos y Mauritania. A través de múltiples resoluciones internacionales se ha reconocido el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui; sin embargo, el Gobierno de Marruecos impide su aplicación vulnerando la legalidad internacional y propiciando una situación de inestabilidad e inseguridad en la región. La permisividad mostrada por organismos como la ONU o la UE y la no asunción de responsabilidad política por parte de los diferentes Gobiernos de España han sido objeto de múltiples críticas por parte de quienes se esfuerzan en no abocar este problema al olvido.
En torno a 180.000 saharauis, según los últimos datos disponibles, viven en la hammada de Tindouf, un asentamiento provisional en el desierto argelino en el que se refugian desde hace más de 35 años a la espera de poder celebrar su referéndum de autodeterminación. Otra parte de la población saharaui continua viviendo en el Sahara Occidental, donde diariamente Marruecos vulnera sus derechos fundamentales y son sometidos a torturas y maltratos.
Acogido por el Estado argelino, el pueblo saharaui posee la libre disposición de la tierra y de los recursos hídricos de la zona en la que está instalado. Sin embargo, el clima desértico, la aridez de la tierra y la lejanía de los campamentos limitan considerablemente la posibilidad de desarrollar actividades productivas o generadoras de ingresos y las pocas que se inician, como puede ser el pastoreo, se ven muy limitadas con respecto a la población total de los campamentos. Esto hace que la población refugiada viva en condiciones de fuerte dependencia de la cooperación internacional para su supervivencia y sufra un deterioro de la salud importante, si bien entre su población se observan recientes mejoras en los indicadores de anemia, por ejemplo.
Esta condición de vulnerabilidad se ha visto incrementada a consecuencia de la larga extensión en el tiempo del conflicto, durante la que se ha prolongado una continua situación de provisionalidad en los campamentos. Sin embargo, durante este tiempo, conscientes de la importancia de la buena gestión y distribución de productos de primera necesidad que se envían desde el exterior, únicos recursos de los que se dispone para cubrir sus necesidades básicas, la población ha trabajado conjuntamente con los organismos internacionales para aprovechar al máximo las aportaciones. Esto les ha ayudado a fortalecer sus propias capacidades organizativas para generar condiciones de vida mínimas.
Los organismos de los que reciben ayuda son principalmente el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), Programa Mundial de Alimentos (PMA) y de ONGs, en especial de las asociaciones de ayuda al pueblo saharaui que se extienden por todo el mundo, principalmente en Europa y, como es lógico, en primer lugar por el Estado español.
En cuanto a su organización, los campamentos se dividen en cinco asentamientos llamados wilayas, alejadas varios kilómetros unas de otras, que a su vez se dividen en dairas y barrios. La población beneficiaria participa conjuntamente en todas las acciones de cooperación, a través de sus propias estructuras de autoridad local establecidas y el entramado institucional en el que se organiza, tales como comités y ministerios, lo que hace posible un desarrollo sociocultural adecuado que fortalece su viabilidad.
Las mujeres en los campamentos juegan un papel determinante en la supervivencia de las familias y en la mejora de las condiciones de salud de la población. Así, las mujeres son las encargadas de la mayor parte de las tareas productivas y administrativas. Sin embargo, desde la firma del alto el fuego y la desmovilización de una parte importante de los hombres, a día de hoy son ellos quienes ostentan la mayor parte de los cargos de responsabilidad y lideran los procesos políticos. Las mujeres son conscientes de la necesidad de incorporarse a la vida social, política y económica en igualdad de condiciones, desarrollando capacidades y transformando las relaciones entre hombres y mujeres en todos los órdenes de la vida (familia, educación, política, trabajo, etc.). Así, desde 2007 la Unión Nacional de Mujeres Saharauis está inmersa en un proceso de empoderamiento que trata de impulsar estos cambios.
En el transcurso de estos años, las nuevas generaciones nacidas en el exilio están creciendo en un cruce de culturas, entre las propias y las occidentales, van construyendo su futuro de vida en la provisionalidad más absoluta, dependientes de la economía de la solidaridad, que les permite, además, salir en verano de los campamentos para convivir con familias españolas de acogida. Así su vida se desarrolla entre realidades extremadamente distintas, lo que provoca un debate de sentimientos, emociones, vidas cruzadas, separadas, atrapadas, que se han tratado de mostrar en este trabajo.
Coordinadora Estatal de Asociaciones Solidarias con el Sahara (CEAS SAHARA)
Film: Wilaya