Entre 1942 y 1944 el Ejército nazi, previendo que el desembarco de los Aliados sería por Dinamarca, levantó lo que se vino a llamar el "Muro atlántico", es decir, sembró la costa occidental danesa de minas antipersona.
El Convenio de Ginebra relativo al trato debido a las personas prisioneras de guerra, de 1929, plantea el principio general según el cual los cautivos deben ser tratados, en todo tiempo, con humanidad. En particular, el artículo 52 especifica que "a menos que lo haga voluntariamente, a ningún prisionero podrá empleársele en faenas de carácter malsano o peligroso". Además, se detalla que "la recogida de minas u otras máquinas análogas será considerada como trabajo peligroso".
Tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, Dinamarca, auspiciada por el Ejército británico, reclutó a unos 2.600 jóvenes, prácticamente adolescentes, alemanes y los obligó, entre mayo y octubre de 1945, a desminar las playas danesas. Más de la mitad de los reclutados murieron en esos seis meses en los que levantaron 1.402.000 minas.
El paso de los años nos aporta una perspectiva diferente sobre los conflictos más cruentos de nuestra historia y, más allá de "vencedores o vencidos", empezar a percibir los matices, empatizar y darnos cuenta de que, en cualquier guerra, en cualquier bando, las poblaciones más vulnerables sufrieron las peores consecuencias.