Pakistán es una república soberana desde que en 1947 consiguió su independencia de la colonia británica. Está situada en el sur de Asia, en un lugar estratégico, haciendo frontera con China, India, Irán y Afganistán. Con India mantiene abierto un conflicto histórico. Y la cercanía con Afganistán lo ha colocado en el punto de mira de la llamada “guerra contra el terrorismo” abanderada por los Estados Unidos.
Es un país grande y diverso en el que conviven diferentes etnias. La gran mayoría de sus 180 millones de habitantes es de religión musulmana. La sociedad es, en general, conservadora, apegada a sus costumbres y modos de vida tradicionales, y siente rechazo por el colonialismo y la aculturación occidentales.
En lo que a la educación se refiere, a falta de un registro fiable se estima que en Pakistán existen en la actualidad entre 12.000 y 40.000 madrasas o escuelas coránicas, en las que los niños y las niñas de bajos recursos tienen acceso a la educación.
Las madrasas no pertenecen al Estado, sino a diferentes agrupaciones religiosas y, en ciertas regiones, son más numerosas que las escuelas estatales. Suelen ofrecer alojamiento, alimentación y educación de forma gratuita, por lo que para muchas familias son el único acceso real a la educación. La financiación de estas escuelas, en ocasiones, proviene de potencias extranjeras como pueden ser Arabia Saudí o Reino Unido, que las ven como una vía de influencia sobre la juventud pakistaní.
Además del Corán, en las madrasas se estudia filosofía, literatura, matemática... y la gran mayoría cumple una función educativa que nada tiene que ver con el radicalismo o con el fundamentalismo islámico. No obstante, como se muestra en la película, se han dado casos de escuelas coránicas en las que se fomenta el yihadismo, entendido como el uso de la violencia y el terrorismo en nombre de Alá y del Islam político. A raíz de los atentados del 11 de septiembre de 2001, Pakistán ha recibido una fuerte presión internacional para registrar y tener mayor control sobre las madrasas.
Quizás el caso de la Mezquita Roja y su red de madrasas sea uno de los más conocidos en Occidente. Fue construida por el Gobierno pakistaní en el año 1961, como la mezquita central de Islamabad, la capital del país y era frecuentada por las élites económicas y políticas.
Años después, en 1979, en plena Guerra Fría, la Unión Soviética invadió Afganistán, y fue entonces cuando Arabia Saudí y los Estados Unidos se aliaron con Pakistán contra la invasión soviética en la vecina Afganistán. En aquel momento Maulana Abdullah era el clérigo mayor de la Mezquita Roja y arengaba a su alumnado para que se sumara a la yihad antisoviética.
En la actualidad, la Mezquita Roja tiene una red de madrasas en las que estudian alrededor de 10.000 alumnas y alumnos, y el clérigo mayor es Maulana Abdul Aziz, hijo de Maulana Abdullah. La inversión que hicieran Arabia Saudí y Estados Unidos para contener la invasión soviética en Afganistán, con el paso de los años se les ha vuelto en contra. Y de la misma manera que Maulana Abdullah promulgaba la lucha antisoviética, su hijo Abdul Aziz, que ha mostrado su apoyo explícito a ISIS y al régimen talibán, lo hace contra Estados Unidos y Occidente.
La sociedad pakistaní rechaza la violencia y el radicalismo, y la gran mayoría entiende el Islam como una religión que defiende valores de solidaridad, paz, justicia e igualdad. Pero Pakistán también es el lugar donde se refugió Osama Bin Laden y donde Estados Unidos le dio captura y, al mismo tiempo y aunque pueda parecer paradójico, es uno de los países que más ha sufrido el terrorismo islámico en los últimos años.
La ubicación geográfica e ideológica –entre la influencia talibana que viene de Afganistán y el rechazo al colonialismo occidental– colocan a Pakistán en una situación delicada. Y, como en tantos otros conflictos, es la población civil, y en este caso particularmente los niños y las niñas, la que está siendo objeto de manipulación por unos bandos y por otros.