Compraventa de mujeres

La trata de personas consiste en la captación, traslado o acogida de seres humanos con fines de explotación sexual o laboral por medio del engaño, la coerción o el uso de la fuerza. Es considerada la esclavitud del siglo XXI y, en la actualidad, es el negocio ilegal más lucrativo que existe, después del tráfico de drogas y de armas. Se estima que recluta anualmente 2,5 millones de personas, con un beneficio de 32.000 millones de dólares.

Según los datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito el 70% de las personas tratadas son mujeres y niñas, y el 53% tiene como destino la explotación sexual. Es pues una de las expresiones más cruentas de violencia y discriminación contra las mujeres, presente en todas las sociedades patriarcales, ya sea como países emisores, receptores o de tránsito.

La gran vulnerabilidad en la que se encuentran muchas mujeres en los países de origen provoca que, en la búsqueda de una vida digna, caigan en los engaños de las mafias. Y la demanda insaciable en los países receptores hace que la compraventa de mujeres sea un negocio rentable y vigente en pleno siglo XXI.

Pero además de ser un negocio, la trata es un delito, calificado de lesa humanidad por la Corte Penal Internacional. Está presente en todas las sociedades y países del mundo y existe desde el inicio del comercio. Puede ser trasnacional, pero también puede encontrarse a nivel local, en el interior de cada país. Los países y regiones emisoras suelen ser zonas deprimidas y los lugares de destino, por lo general, tienen un mayor dinamismo económico.

A pesar de que las migraciones y la trata de personas son hechos independientes, en ocasiones se entrelazan, ya que personas –principalmente mujeres y niñas– que están organizando un proyecto migratorio pueden verse engañadas a través de ofertas de trabajo, quizá demasiado atractivas, en el ámbito de la hostelería o del servicio doméstico. Estas mujeres, para aceptar la oferta, suelen tener que abonar una cantidad de dinero, contraen una deuda con sus captores, se les sustrae el pasaporte y la documentación, son trasladadas al lugar de destino y allí son obligadas a trabajar en la prostitución o en otras labores forzosas.

Tras años de trabajo y de negociaciones, en 2003 entró en vigor el denominado Protocolo de las Naciones Unidas para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas, Especialmente Mujeres y Niños. En la actualidad ya lo han ratificado 159 estados. Además de la lucha contra la trata, uno de los propósitos principales de este protocolo es proteger y asistir a las víctimas, con pleno respeto de sus derechos humanos. De hecho, los estados firmantes se comprometen a no enjuiciar a las supervivientes de trata por ningún delito que hayan podido cometer en el marco de su experiencia como víctima, ni tampoco por encontrarse en situación irregular en un país extranjero.

Las organizaciones y servicios públicos que trabajan en el rescate de estas mujeres consideran fundamental que no se revictimice a las víctimas, sino que se las considere supervivientes de la trata. Una vez detectadas, se les ofrecen alternativas para que se puedan emancipar de sus captores, y ahí es donde empieza un difícil camino hacia la restauración personal y la reintegración social, ya que la trata deja secuelas, muchas veces insuperables.

A pesar del desarrollo normativo, del esfuerzo por acabar con este delito y de la gran cantidad de mujeres que consiguen sobrevivir a la trata, la rueda sigue girando y, cada año, millones de nuevas personas se enzarzan en este círculo vicioso.

Poniendo el foco en las causas más estructurales, cabría preguntarse: si en los países o regiones de origen hubiera mayores fuentes de trabajo y no existiese esa necesidad tan acuciante de migrar, ¿quizás menos mujeres caerían en este fraude? Y, tal vez, si se legalizase o normativizase la prostitución, ¿se podría canalizar la demanda de los países receptores, de manera que se evitasen estas redes de crimen organizado y se atenuase este mercado ilícito? Por el momento, es una incógnita.

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