Gracias a que existen personas que en vez de enrocarse en su forma de ver las cosas son capaces de tener una mirada más amplia, que intentan comprender incluso la perspectiva de su oponente, de empatizar, se dan pasos para la gestión y la resolución de los conflictos.
Pero en ocasiones la violencia o el perjuicio infringido son tan injustificados, y el dolor es tan profundo, que no es posible sustraerse de ellos, de manera que el odio y la sed de venganza se instalan en algunas víctimas. Para posibilitar que las personas que han sufrido cualquier tipo de violación de sus derechos puedan aliviar los traumas que muchas veces padecen, es imprescindible que exista un reconocimiento individual y social del daño causado, que se conozca la verdad de los hechos, justicia y reparación.
En este sentido han sido muy útiles las llamadas "comisiones de la verdad", es decir, organismos oficiales creados, específicamente y por un periodo determinado, para investigar las vulneraciones de los derechos humanos. Si bien es cierto que no son organismos judiciales y que no pueden juzgar ni sancionar, han sido muy valiosas para denunciar los hechos y crear una nueva memoria colectiva que promueva la empatía y la solidaridad hacia las víctimas y reconozca su sufrimiento.