La exclusión social es un fenómeno multifactorial que va mucho más allá de la escasez de ingresos económicos. Desde 2010 las Naciones Unidas utilizan el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM), que tiene en cuenta tres aspectos fundamentales: la educación, la salud y el nivel de vida. Respecto al nivel de vida, se utilizan indicadores que miden el acceso a la electricidad, saneamiento, agua potable, suelo, combustible en el hogar y bienes.
Cuando una persona no alcanza una tercera parte de estos indicadores, se considera que está en un estado de pobreza multidimensional. Y se ve atrapada en lo que en economía se llama el ciclo de la pobreza. Es decir, su falta de recursos económicos, sociales, culturales le hunden más aún en una situación de la que es muy difícil salir sin una intervención externa. Y, en muchas ocasiones, se transmite incluso a las siguientes generaciones.
No obstante, y pese a las dificultades estructurales, hay quien, gracias a un gran empeño personal y la ayuda de amistades, familiares, asociaciones o servicios sociales, consigue salir del círculo de la pobreza.