El talento musical no entiende de clases sociales ni razas o religiones. Es por ello que, a lo largo del mundo, existen muchas experiencias en las que se utiliza la música para rescatar a niñas y niños de la violencia y la marginación de sectores empobrecidos.
Ya sea música clásica, popular, rap, samba... en las escuelas y centros comunitarios de música se transmiten valores como la constancia, el esfuerzo, la disciplina, la perseverancia y el trabajo en equipo. Tocar y cantar en conjunto es una forma de convivencia, en la que el aporte individual adquiere fines colectivos.
La música afecta, primeramente, a la esfera individual y personal en la que se mejora la confianza y la autoestima; en la esfera familiar, madres y padres sienten orgullo al ver que su hijo o hija canta, baila o toca un instrumento; y, por último, la comunidad entera se ve beneficiada de que sus jóvenes se formen y desarrollen más allá de la violencia.