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Europa, del populismo a la derecha extrema

Hace unos pocos años, la ultraderecha en Europa representaba únicamente a una pequeña minoría. A día de hoy, sin embargo, los partidos de extrema derecha acumulan entre el 20 y el 30% del electorado en varios países como Dinamarca, Austria o Suiza. Los triunfos del Brexit en Reino Unido y Donald Trump en Estados Unidos constatan la fuerza del populismo de derechas. Y el liderazgo de Marine Le Pen en las encuestas (27% de la intención de voto) a solo dos meses de las elecciones presidenciales en Francia, corrobora esta tendencia.

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La crisis financiera y económica, la incertidumbre ante un futuro imprevisible, la percepción de inseguridad, la desconfianza hacia la religión musulmana o la llegada de personas refugiadas e inmigrantes son considerados factores principales del auge de esta ideología. Y son utilizados por los partidos extremistas para reivindicar sus ideas nacionalistas excluyentes, xenófobas y euroescépticas. Así, proponen medidas como el cierre de las fronteras, la recuperación de la soberanía y de las monedas nacionales.

La crisis financiera y económica, la incertidumbre ante un futuro imprevisible, la percepción de inseguridad, la desconfianza hacia la religión musulmana o la llegada de personas refugiadas e inmigrantes son considerados factores principales del auge de esta ideología.

A pesar de que pueda parecer paradójico, la extrema derecha está proliferando en países considerados vanguardia de las libertades y referentes de las conquistas sociales, como Holanda con su gran permisividad hacia las drogas y la prostitución, la enorme cobertura social de Dinamarca o la educación excelente de Finlandia.

Cada país tiene sus características propias, estilos y liderazgos distintos; no obstante, se podrían rescatar algunos rasgos comunes entre los populismos, como el uso de mensajes claros y sencillos que se salen de lo políticamente correcto y apelan a los instintos, a los sentimientos y a los miedos más básicos de la ciudadanía. Aprovechan el desencanto y la desconfianza hacia la clase política, y acusan a los gobernantes clásicos de corruptos y burócratas, al mismo tiempo que prometen devolver el poder al pueblo.

Ante una sociedad individualista e individualizada, los populismos hablan de rescatar la cultura, la identidad, incluso la civilización de cada país. Y, como argumentos para para justificar sus propuestas, ponen en valor las libertades y los logros sociales occidentales y los confrontan con la presunta intransigencia, discriminación hacia las mujeres y el rechazo de la homosexualidad en la religión musulmana.

Una parte importante del electorado de extrema derecha está compuesto por las clases populares blancas.

Aunque tal vez rompa los esquemas sociopolíticos clásicos, una parte importante del electorado de extrema derecha está compuesto por las clases populares blancas (originarias de los países europeos y tradicionalmente votantes de izquierdas) que a menudo se perciben a sí mismas discriminadas respecto a la inmigración, ya que a su juicio es la que se beneficia de las ayudas y prestaciones sociales. Pero también entre los colectivos inmigrantes más asentados (con los derechos civiles en regla) el populismo está recibiendo numerosos apoyos.

Habrá que ver si la ultraderecha llega a gobernar, consigue satisfacer las expectativas de estos colectivos o si, por el contrario, lleva adelante políticas elitistas que no favorezcan particularmente al electorado que les ha aupado.

Película: Boiling Point / Kiehumispiste