Las relaciones de vecindad son siempre complejas. Si Ucrania mira al oeste se encuentra con Hungría, Eslovaquia y Polonia. Si mira al este se topa con Rusia: un país de 146 millones de habitantes (Ucrania 41 millones), 17 veces más grande en extensión y con 840.000 efectivos militares frente a sus 219.000. Estos pocos datos reflejan la diferencia aplastante del vecino ruso.
Sin embargo, estos países, ahora irreconciliables, formaron parte entre 1922 y 1991 de una misma comunidad de vecinos llamada Unión de República Socialistas Soviéticas, URSS. Ucrania (cuyo origen se remonta al siglo IX, con la creación de una confederación de tribus eslavas que formaban el gran estado Rus de Kiev) tiene su relato de este periodo. Su historia resalta la hambruna que padeció el país ucranio por la política soviética de colectivización de la tierra, emprendida por Stalin en 1932-1933.
El pasado histórico puede servir para explicar, pero nunca para justificar, una guerra entre Rusia y Ucrania que empezó hace ocho años. En 2014 Rusia se anexionaba la República de Crimea y Sebastopol. Desde entonces hasta la invasión rusa de este mes de febrero, la guerra del Donbás y los conflictos armados en Donetsk y Lugansk (reclamando su independencia de Ucrania con el apoyo militar de Rusia), habían provocado ya 14.000 muertos.
Tras el 24 de febrero las relaciones de vecindad han saltado en pedazos. En una encuesta de 2001, el 32% de los habitantes de Kiev afirmaba hablar indistintamente en ruso y en ucraniano. En ambas lenguas жаль significa lástima o pena, pero en ruso se utiliza para expresar arrepentimiento o compasión y en ucraniano como sinónimo de tristeza, amargura y dolor.
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