La violencia sexual contra las mujeres en los conflictos armados

El uso de la violencia sexual contra las mujeres como arma de guerra ha sido, y sigue siendo, un denominador común atroz en los conflictos armados en el mundo. La ONU incluye bajo esa categoría la violación, esclavitud sexual, infección deliberada con VIH, mutilación, prostitución forzada, matrimonios de niñas… En dichas prácticas, los cuerpos de las mujeres son tratados como territorio de conquista, colonización y absoluta destrucción.

De ello dan cuenta ingentes ejemplos en la historia y también en la actualidad: esclavas sexuales para el ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial, cientos de miles de víctimas de violencia sexual en el Bangladesh de 1971, en el genocidio de Rwanda, en la guerra de Bosnia. Más recientemente: en el Congo, Sudán, Nigeria, Yemen, Siria, Líbano, Colombia, Myanmar. En Irak, en 2014 y tiempo después, el autodenominado Estado Islámico (ISIS) raptó a 7.000 niñas y mujeres yazidíes, las esclavizó, violó y torturó, provocando traumas y secuelas incurables incluso a aquellas que fueron rescatadas y pudieron volver a su comunidad.

Normativamente, no fue hasta finales de los años 90 cuando los tribunales penales internacionales reconocieron a las mujeres como víctimas de la guerra. En 2008 el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la primera resolución expresa (la 1.820) sobre violencia sexual. Asimismo, el derecho internacional al asilo ha avanzado en el reconocimiento de esta violencia como motivo de persecución. Una reciente sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, de 16 de enero de 2024, reconoce la protección internacional a mujeres expuestas en su país de origen a actos de violencia sexual.

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