Vivimos en un mundo de muros y fronteras, en el que los países más enriquecidos se fortifican cada vez más para impedir la entrada a personas migrantes y refugiadas forzadas a abandonar su país y buscar protección internacional.
Europa y su llamado Espacio Schengen, por ejemplo, en 2014 se blindaban del exterior con 315 kilómetros de fronteras valladas. La llamada “crisis de los refugiados” en 2015 desembocó en una estrategia política común de extenderlas. Hoy en día, suman más de 2.000 kilómetros. De ahí la expresión “la Europa fortaleza”.
En el Estado español, las vallas de Ceuta y Melilla se construyeron en los años noventa como cercados simples. Hoy el perímetro fronterizo de 11,5 kilómetros de Melilla está rodeado por cinco vallas equipadas con sensores o cuchillas y por un foso de tres metros. Quienes consiguen saltar y son detenidos serán devueltos sin un procedimiento legal garantista. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en una polémica sentencia de febrero de 2020, y el Tribunal Constitucional, en una sentencia de noviembre de ese mismo año, avalaron esta práctica conocida como “devoluciones en caliente”.
Así pues, para que los saltos tengan éxito se suelen realizar en grupos. Desgraciadamente a veces terminan en tragedia, como ocurrió el 24 de junio de 2022. Amnistía Internacional elevó a más de 100 la cifra de personas que fallecieron aquel día en el intento de cruzar por el puesto fronterizo del Barrio Chino de Melilla: hechos que continúan rodeados de impunidad y oscurantismo. Ello les valió, a esta valla y a otras de Europa, el calificativo de nuevos “muros de la vergüenza”, en lamentable recuerdo al conocido como “muro de la vergüenza” de Berlín (1961-1989).
Film:El salto