A través de Nina ante todo quiero hablar sobre dónde están los límites del consentimiento desde un punto de vista femenino activo, desde la complejidad psicológica y social que entraman este tipo de relaciones. Es fácil tipificar una violación de una menor, pero, ¿cómo delimitar el abuso cuando hay un aparente consentimiento?
Esta reflexión me llevó a un trabajo en profundidad de los personajes y de la construcción narrativa del tiempo en la película para poder hablar así de dos puntos importantes: el primero, que los abusadores no siempre son personas que llevan una etiqueta en la frente que dice “peligro, abusador”; es más, muchas veces ellos mismos no han sido conscientes de su propia agresión. Durante toda la historia se han consentido y normalizado comportamientos –a día de hoy abusivos– entre adultos cultos y con poder y menores embelesadas. De hecho, esta película parte del texto Nina de José Ramón Fernández, que a su vez se basa en los personajes de La gaviota de Chéjov. En ambos textos Nina, quien ha sido engañada, maltratada y abandonada por un hombre con poder, vuelve al pueblo rota, pero perdona por amor y dice que gracias a ese sufrimiento ha aprendido a ser mejor actriz. Esto me lleva al segundo punto: afortunadamente los tiempos están cambiando y estamos comenzando a hacer una revisión y un cuestionamiento de las estructuras sociales en las cuales nos hemos construido como personas. Es en esta dicotomía temporal donde se mueve la historia de Nina.
La película habla también del silencio cómplice o involuntariamente cobarde de la sociedad, de los pueblos, del miedo a hablar de las víctimas por vergüenza o culpa y de cómo las heridas van creciendo por dentro. Habla de desigualdades sociales y de cómo nos pueden condicionar, de promesas, de sueños rotos… y lo hago jugando constantemente con el simbolismo cinematográfico.
Y todo ello en una historia de venganza, donde una mujer con una escopeta viene a rendir cuentas al más puro estilo western.
Andrea Jaurrieta
Directora de Nina
Film:Nina