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Solución dialogada de conflictos

Las conversaciones secretas que mantuvieron un grupo formado por miembros del Congreso Nacional Africano, el Partido Nacional y un profesor de la Universidad de Sudáfrica a finales de los años ochenta en Somerset (Gran Bretaña), contribuyeron a que se propiciara el fin del apartheid en Sudáfrica, un régimen segregacionista impuesto por la élite gobernante blanca contra la mayoría de la población, de raza negra. Esta circunstancia, unida a los procesos de diálogo entre las partes implicadas, además de la presión nacional e internacional y de la lucha de los grupos opositores al Gobierno, acabó con un sistema político, económico y social que negó durante décadas los derechos humanos de las personas de raza negra.

Así, en 1994 se convocaron en Sudáfrica las primeras elecciones democráticas, en las que Nelson Mandela, tras haber permanecido en prisión durante 27 años por reivindicar los derechos de la población negra, fue elegido presidente.

Al igual que en Sudáfrica, en otros países también se han desarrollado procesos de diálogo y negociaciones con el fin de conseguir la paz o resolver conflictos enquistados. En algunos casos, estas fórmulas para alcanzar el fin de la violencia no han conseguido su objetivo, normalmente por una serie de obstáculos que se repiten en muchos procesos: falta de reconocimiento mutuo de la legitimidad entre las partes en conflicto para entablar un diálogo o una negociación, retrasos en el proceso de desmovilización y desarme, acusaciones de violación de alto el fuego y desconfianza e incumplimiento de acuerdos previos.

Como señala Vicenç Fisas, director de la Escola de Cultura de la Pau de la UAB de Barcelona, “con frecuencia fracasan los agentes que facilitan el diálogo porque hay mediaciones impuestas, y porque no cuentan con la confianza de todas las partes implicadas en el conflicto”.

Por esta razón, a la hora de iniciar un proceso de diálogo resulta esencial que tanto los mecanismos elegidos como las partes representadas (gobiernos y grupos armados y opositores) sean reconocidos y aceptados mutuamente. Luis Mariano Negrón, catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Interamericana de Puerto Rico, explica que cualquiera que sea el método que se use para resolver un conflicto, “tiene que ser correcto, imparcial y transparente. La aceptación y legitimidad del resultado del proceso, de sus acuerdos, dependerán de la confianza que en él tengan los participantes. Las partes le adjudicarán valor y mérito al proceso, en la medida que perciban que no tiene vicios, irregularidades y abusos”.

La experiencia demuestra que el diálogo, junto a la búsqueda de la verdad, la justicia, el reconocimiento y la reparación de las víctimas, son elementos imprescindibles para alcanzar y mantener una paz duradera.